Paseos y excursiones:
Salida de pesca hacia lago Riesco
Mónica Pons Eduardo EpifanioCada vuelta del camino nos presentó un paisaje diferente, muy entretenido, con diversidad de colores y gran pureza ambiental. Al llegar al lago, vimos salmones en su hábitat e intentamos pescarlos.
Entre la variedad de atractivos que ofrece la zona de Aysén, nos sugirieron conocer el lago Riesco. Supimos que era un lugar agradable y con buena pesca donde podíamos pasar el día. Iniciamos, pues, el recorrido hacia ese lugar.
Con gran sorpresa, descubrimos que el camino a realizar era tan interesante como el destino mismo. Sus 26 kilómetros nos parecieron menos por lo ameno del entorno.
Salimos por la avenida Municipal, pasamos el puente colgante Presidente Ibáñez. Sobre mano izquierdo apareció un camino de ripio que bordeaba el río Aysén. Escondidos detrás de las curvas y contracurvas encontramos pobladores con muchos animales pastando en las laderas de los cerros.
Fue apareciendo ante nuestra vista una forma de vida distinta, de casas sencillas rodeadas de arboleda y con el sonido de las aguas del río como fondo. También, la tranquilidad de los parajes permitía la presencia de aves de variados tipos revoloteando aquí y allá.
Más adelante, a unos 4 kilómetros, el río nos asombraría nuevamente. Una sucesión de rápidos entre enormes piedras interrumpió el plácido deslizar de las aguas.
Los costados del río lucían verdes praderas que invitaban a sentarse a ver pasar el agua o a tomar sol. Nos sentamos por un largo rato para no perder de vista su espuma blanca y plateada.
Preparados para el cambio
Más adelante, el mismo río volvió a cambiar de formato: se presentó más profundo y aquietó sus aguas.
Continuamos hasta que en otro recodo del río encontramos una balsa que podía transportar hasta dos vehículos por vez y conectar de esa forma ambas orillas. De pequeñas dimensiones, con horario de funcionamiento diurno y un sencillo sistema operativo, demoraba apenas dos minutos en su cometido.
Dejamos atrás el río de aguas cristalinas para encontrar su afluente, el río Blanco, con sus aguas más oscuras por los sedimentos que lleva. También la vegetación que lo acompañaba cambiaba de coloración y se hizo más tupida.
Ese camino nos llevó directamente hasta el lago Riesco y allí un paisaje totalmente distinto se presentó ante nosotros. Una verde pradera al llegar, un bosque de enormes árboles y una playa muy extensa tocando las heladas aguas del lago.
Familias enteras de arrayanes que, con sus coloridas vetas rojas y blancas, ocupan gran superficie junto a especies de canelo, chilco y michai. Ellos nos ofrecieron sombra y reparo del viento.
Por el simple placer de no hacer nada, nos recostamos sobre un tronco caído y fuimos haciendo un inventario de cada planta, cada sector de la playa que alertaba nuestros sentidos. De vez en cuando el silencio del lugar se interrumpía con el rumor del agua golpeando la playa.
La pesca deportiva de salmónidos es una de las actividades por las cuales se visita este lago de origen glaciar de 14 kilómetros cuadrados de superficie. Desde la costa, veíamos salmones pero fueron esquivos a nuestra caña. Prometimos asesorarnos mejor y regresar.
Cuando decidimos volver, otro regalo se nos presentó a la vista. La misma ruta, pero admirada desde otro ángulo. Confirmamos lo que ya sabíamos: lo atractivo se aprecia dos veces, durante el camino de ida y al regreso.
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Patagonia Green
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