Paseos y excursiones:
Valdivia, urbana y navegable
Explorar los múltiples atractivos de una de las ciudades más históricas del país requiere más de un día: cada rincón guarda historias y experiencias que vale la pena descubrir.
La coqueta ciudad de Valdivia está enclavada en la región de los ríos, donde la red de navegación forma parte de lo urbano. Cuando se la visita, recorrer su casco céntrico, sus puentes emblemáticos y la salida al mar son los mayores placeres.
Realizamos un circuito turístico organizado por una agencia y nos pasaron a buscar por el hotel con su transfer y guía. El primer destino fue la avenida Arturo Prat o costanera, principal paseo peatonal junto al río Calle Calle, donde el Mercado Fluvial, embarcaderos de lanchas de excursión y astilleros nos impactaron.
Recorrimos a pie su feria típica, en la que se ofrecen pescados y mariscos frescos, además de frutas y verduras de las islas. También nos encontramos con lobos marinos, pelicanos y gaviotas que llaman nuestra atención, ya que conviven con los comerciantes. Del otro lado del río contemplamos los edificios del Museo Histórico y del de Arte Contemporáneo. La caminata nos llevó a un punto donde se observaba el cauce del río Cau Cau, que rodea la isla Teja.
Otra vez sobre el micro, continuamos por la avenida General Lagos hacia el barrio valdiviano más antiguo. Nos detuvimos en el Torreón del Canelo, puesto de vigía utilizado por los españoles en tiempos de la colonia para defenderse de aborígenes y corsarios. “El fundador de la ciudad fue don Pedro de Valdivia, lo hizo en 1522 y desde ese mismo momento fue un lugar pujante, con episodios históricos destacados”, nos dijo el guía.
Siguiendo el itinerario, notamos una arquitectura con fuerte acento alemán, dada la gran corriente inmigratoria que llegó a la región luego de la Segunda Guerra Mundial. Conocimos también la zona de Las Mulatas, tradicional eje del desarrollo de la agricultura en tiempos pasados.
Nos contaron que el terremoto y maremoto de 1960 le cambió la fisonomía y la economía a una ciudad que vivía de su industria portuaria y de sus campos cultivados. Su población se levantó, buscó nuevos recursos y salió adelante.
De regreso en la zona céntrica, ubicamos la iglesia de San Francisco y la Plaza de la República o de Armas. En esta última descendimos sobre la avenida Picarte para apreciar los detalles de sus jardines y glorieta, la Casa de Gobierno y la catedral.
A continuación, cruzamos el puente Pedro de Valdivia hacia la isla Teja, donde apreciamos el campus de la Universidad Austral de Chile. Una corta visita al Jardín Botánico nos ilustró acerca de especies autóctonas y exóticas que pueblan la selva valdiviana.
Nos apartamos de la ciudad para seguir por la ruta costera hacia Niebla atravesando puentes, muelles y el área donde se unen los ríos Cruces y Calle Calle para formar el Valdivia. Apareció entonces el horizonte del océano Pacífico en todo su esplendor: un espectáculo magnífico.
Aquí se escribe la historia
El Castillo de Niebla, situado en una punta estratégica frente al mar, ha dejado huellas que marcaron Valdivia durante los sucesos del siglo XVII, cuando se constituyó en su sistema de defensa, el cual hoy funciona como el Museo de Sitio Castillo de Niebla. Al ingresar a las salas del mismo, los objetos que comparten vitrinas (documentación, banderas, indumentaria) dejan al descubierto las ambiciones de los piratas. Por fuera, muros construidos con piedra de cancagua y cañones fundidos en talleres de la Madre Patria son representantes silenciosos de ese pasado histórico.
Seguimos avanzando por la costa que nos condujo a los balnearios Los Molinos, San Ignacio, Calfuco y Curiñanco, hoy también valorados por sus áreas protegidas y senderos de trekking, mientras el mar rugía con ímpetu y sus olas rompían sobre la playa. No despegamos la vista de ese inmenso escenario que teníamos delante.
En el camino de retorno hacia el centro, degustamos la exquisita cerveza Kunstmann en su local propio. En la charla, convinimos en que la presencia del agua y su navegabilidad le otorgan a esta ciudad un encanto excepcional y, con un brindis, agradecimos haberla conocido.
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