Paseos y excursiones:
Canal Chacao hacia Chiloé
El cruce se realiza en pocos minutos y conecta con un mundo pleno de naturaleza, al igual que con la historia de quienes habitan la isla desde siempre.
El archipiélago de Chiloé posee un magnetismo singular: combina una riqueza histórica ligada a los primeros procesos colonizadores de Chile con paisajes naturales espectaculares. En la actualidad, para acceder, se utiliza un servicio de transbordadores que parte desde Pargua y conecta con la isla mediante el cruce del canal. El trayecto, dispuesto por operadoras actualizadas, no solo es funcional, sino parte del encanto del viaje: el cruce marítimo sigue siendo un momento de experiencia.
Cuando llegamos en auto al borde del mar, ya se divisaban las embarcaciones, enormes y cargadas de autos, camionetas y micros que hacían el trayecto inverso al nuestro. En unos pocos minutos, luego de esperar nuestro turno, ya estábamos instalados sobre una de ellas y comenzó la navegación. Teníamos al frente la parte norte de la isla de Chiloé y a ambos lados los golfos de Ancud y Corcovado. Si bien avanzaba veloz, el movimiento era casi imperceptible. El día se presentó plácido, pero en algunos momentos el viento lateral se hacía sentir sobre la cara.
Pudimos saludar desde lejos a una pequeña población llamada Carelmapu, famosa por su caleta, su muy conocida “Playa Brava” y su tradicional fiesta de la Virgen de la Candelaria. En tiempos recientes se debatió un proyecto para construir un puente colgante que una el continente con la isla, pero actualmente ese plan se encuentra en ejecución: la obra del Puente Chacao avanza a buen ritmo y, una vez finalizada, permitirá reemplazar el ferry con un cruce vehicular de solo minutos.
Mientras esperábamos a desembarcar, consultamos los mapas y folletos del lugar. Uno de los puntos destacados era el Parque Nacional Chiloé, una extensa área protegida, rica en bosques de clima húmedo, con coigües, olivillos, arrayanes y alerces, entre otras especies nativas. La fauna local incluye especies autóctonas como el zorro chilote, el pudú y aves emblemáticas; en las aguas litorales habitan lobos marinos y nutrias.
Al tocar la tierra en la localidad de Chacao, tomamos una ruta principal hacia el sur de la isla. Antes de llegar a la ciudad de Ancud, decidimos desviarnos hacia la bahía de Caulín, reconocida por sus criaderos de ostras, sus marisquerías tradicionales y por ser santuario de aves migratorias. Es un destino ideal para quienes buscan naturaleza, mariscos frescos y tranquilidad.
La tranquilidad de este primer tramo isleño se repitió en toda su extensión. Cada población nos fue contando su historia a partir de su relación con las iglesias que, diseminadas por el archipiélago, aún perduran de pie a pesar de haber sido construidas por los jesuitas en los siglos XVII y XVIII. Las playas, algunas de arena fina, otras de cantos rodados, invitaban a detenerse, caminar y asomarse al mar.
El canal, los ferries y el camino insular permiten internarse en una isla extensa, llena de naturaleza viva, tradición y mil paisajes por descubrir. Chiloé se presenta como una gran invitación para quienes buscan contacto con la naturaleza, la historia viva y la autenticidad de pueblos costeros que conservan su esencia.
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