Paseos y excursiones:

Un mirador hacia la vida de Puyuhuapi

En medio de un bosque, acompañando el paso de alguna vaca que pasta, desde una parte alta veremos cómo se desarrolla la vida plácida de este pueblo.

Cuando la idea es conocer integralmente un lugar, nada es más agradable que emprender una caminata y conocer palmo a palmo sus rincones. Al llegar a Puyuhuapi, nos invitaron a conocer un sendero que lleva al mirador desde donde tendríamos una vista panorámica espectacular.

Aceptamos el desafío y, acompañados de Luisa Ludwig, quien vive allí desde hace muchos años, pusimos rumbo a ese lugar. Partimos desde la costa, cerca del viejo muelle, donde un cartel indicaba cómo subir al mirador siguiendo algunas instrucciones para no perderse.

Lentamente, tomamos el sendero marcado con troncos pintados de rojo y blanco. Un césped verde y tan corto como si fuera de nuestro propio jardín nos fue llevando con una caminata sin exigencias en el primer tramo.


Para no perderse

“El sendero está trazado desde hace muchos años, pero un grupo de jóvenes turistas dedicados al trekking trabajó arduamente para instalar los postes pintados que hacen más segura la ruta”, comentario de nuestra anfitriona mientras caminamos.

Nuestra charla es interrumpida de vez en cuando por un clima de silencio absoluto, algo que apreciamos los que llegamos desde centros urbanos ruidosos.

El terreno no es difícil, pero en el segundo tramo la pendiente se hizo sentir. No cambiamos el paso ya que la idea no era marcar tiempo sino alcanzar la parte alta. En un punto, debimos salvar un alambrado y una escalerilla hecha con madera nos permitió salvar el escollo y aparecer al otro lado casi sin esfuerzo.

Varias veces salimos de la senda para ver de cerca algunas plantas bajas y poder distinguir entre chilcos y calafates. Reconocimos los arrayanes con su corteza semi rojiza, de suave tacto.

No éramos los únicos en transitar esos senderos: algunas vacas nos miraron sin inmutarse. Un hermoso bosque nos dio paso a un lugar más abierto desde donde tuvimos un adelanto de lo que íbamos a buscar.

Se pueden realizar tantas paradas intermedias como uno desee, ya que siempre habrá algo lindo para ver. Ya en el mirador, un banco nos sugiere que es bueno un descanso para contemplar ese enorme valle frenado por el cordón montañoso de enfrente.

Con la mirada al frente

Luisa, con su mano en alto, nos fue indicando dónde se inicia el Parque Nacional Queulat. También, por dónde atraviesa el serpenteante río Pascua, a cuyas orillas crecen en el buen tiempo enormes nalcas. Su flor roja enorme y su tallo comestible lo hacen realmente apetecible.

Cuando se fueron instalando las primeras familias, construyeron sus casas siguiendo el curso del río que teníamos entonces a la vista. Casas aquí y allá sin una regla fija en cuanto a urbanización le dieron a Puyuhuapi un trazado irregular y de calles sinuosas. Viejas casonas del pueblo original se presentaron ante nuestros ojos.

Luisa ubicó imaginariamente el lago Risopatron, el cual, si bien no estaba a nuestra vista, pudimos saber que se halla a 180 metros de altitud en relación al pueblo. Prometimos conocerlo en una próxima salida.

Dejamos que la vista se perdiera hacia el fiordo de mar y disfrutamos de la tranquilidad, esa quietud casi perfecta sólo interrumpida por el rumor del río y las voces del pueblo que llegaban hasta lo alto.

El regreso fue sencillo y sin esfuerzos. Le prometimos a Luisa que realizaríamos por nuestra cuenta una caminata por el otro sendero, el de Los Colonos, con el plano que ella tan gentilmente nos cediera para orientarnos.

El sendero al mirador es un paseo imperdible y vale la pena dedicarle un par de horas de buena caminata y mejor vista desde lo alto.

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