Paseos y excursiones:
En kayak por los fiordos de Natales
Mónica Pons Marcelo SolaAndar en kayak es entretenido y significa cambiar la solidez del suelo por la flotabilidad en el agua. Es una actividad amigable que no modifica el ambiente.
Surcar las aguas del mar en un kayak significa cambiar de perspectiva en relación a la forma habitual de movernos y la serenidad del deslizamiento ofrece tiempo para relajarnos y mirar hacia nuestro propio interior. En Puerto Natales, esta práctica deportiva gana adeptos cada día.
Ubicado el operador que nos llevaría a realizar la experiencia aguas adentro de algunos fiordos cercanos a la ciudad, nos pusimos de acuerdo para salir desde la puerta de su oficina. En una camioneta con todas las embarcaciones en el portaequipajes, iniciamos viaje hacia el norte hasta arribar a Puerto Pratt, lugar histórico donde se instaló el primer poblado de la zona a inicios del 1900.
En cuanto llegamos, los guías armaron el equipo y en unos minutos los kayak de mar para travesía estaban flotando en el agua. A diferencia de los de río, son más largos y están preparados para viajes extensos. Nos dieron una charla técnica que incluyó conocer algo de la inercia del bote, cómo utilizar la pala para que el esfuerzo diera sus frutos, cómo utilizar los pedales para darle dirección al timón. Nos colocamos el “cubrecockpit” y el chaleco salvavidas y nos sentamos en la canoa.
Luego regulamos el asiento y posicionamos espalda, cuerpo y piernas de manera de estar en equilibrio y remar en forma estable y segura.
Heladas aguas del Pacífico
La aventura comenzó por el canal Señoret y nos habituamos al manejo y las proporciones de todo lo que veíamos alrededor. Éramos insignificantes en relación a las costas y otras embarcaciones más importantes. Pasamos cerca del fiordo Eberhard y tuvimos el primer contratiempo: la brisa, aunque leve, nos hacía duplicar el esfuerzo para sortear las olas. Recién al llegar a una puntilla pudimos estar a reparo del viento.
Dejamos atrás el cerro Pratt y a la izquierda teníamos el seno Última Esperanza. Hacia el norte, nos esperaba el puerto Consuelo y la estancia del mismo nombre. En ella hicimos una parada, donde nos invitaron algo caliente con especialidades dulces.
En ruta nuevamente, seguimos la remada hacia Villa Luisa donde, a fines del siglo XIX, viviera el capitán Eberhard y su familia. Las ráfagas se hicieron más fuertes y nuestros líderes decidieron emprender el regreso y navegar con viento de atrás. En una hora de buena remada llegamos a Puerto Pratt y continuamos hacia Puerto Bories. Fue una excelente alternativa, ya que pudimos disfrutar el resto del tiempo.
Tomamos contacto con las especies marítimas que abundan en la zona y observamos cómo unos cormoranes hacían equilibrio en un viejo muelle. Una familia de patos y otra de cisnes de cuello negro paseaban sin un rumbo cierto, como quien sale a pasear por el solo hecho de hacerlo. Más seguros con el uso de la pala, llegamos a Puerto Bories, un antiguo embarque de productos ganaderos en épocas de grandeza económica. Nos contaron su historia y supimos que existe allí un museo que revela esos años espléndidos.
Al llegar a la costa, las olas eran más altas y enérgicas, por lo que nos enseñaron a “surfearlas” y el ingreso a la zona de playa fue más veloz. Estábamos algo cansados pero la felicidad de haber hecho la experiencia nos hizo dibujar una gran sonrisa. Antes de emprender el regreso a Natales, descansamos un rato de cara al sol para finalizar este día distinto, a bordo de un kayak con el que nos hicimos a la mar.
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