Paseos y excursiones:
Cuevas de Mármol
Mónica Pons Jorge GonzálezInternarse en la roca y descubrir la estética de las Capillas de Mármol es toda una aventura que deslumbra y conmueve.
En un circuito carretero poco transitado pero muy pintoresco que une Chile Chico y Puerto Ibañez se encuentra Bahía Mansa. Esta pequeña población costera sobre el lago General Carrera es el punto de partida de una excursión que resulta inolvidable: las Capillas de Mármol.
El camino es sinuoso y sube y baja infinidad de veces, siempre con vistas espléndidas del borde lacustre. Luego de pasar por varios pueblos costeros, llegamos a Bahía Mansa. Allí abordamos una lancha junto a quienes conocen a la perfección cada recoveco de esas formaciones rocosas que asombran por sus cavernas interiores. No hay acceso desde tierra y tampoco se divisan desde la orilla.
La excursión nos acercó en pocos minutos a destino mientras nos informábamos sobre lo que veríamos. Conocidas como Santuario de la Naturaleza, reúnen un conjunto de islotes denominados Catedral, Capilla y Cavernas de Mármol. Allí, las aguas del lago golpearon en forma contundente el interior de los afloramientos rocosos a lo largo de miles de años y han pulido la roca caliza hasta dejar al descubierto las vetas de mármol. Las diversas tonalidades de estas paredes de carbonato de calcio, cuarzo y limonita pasan del azul grisáceo al rosado y al blanco puro.
Desde lejos pudimos observar esos islotes inmensos que recortan sus formas de capilla, cabeza de perro y catedral sobre el cielo. Cuando llegó el momento de acceder a los ingresos a ras del agua con el bote, empezamos a movernos para estar atentos a lo que apreciaríamos. Todos sacamos nuestras cámaras de fotos y video para dejar documentado el momento.
Una vez adentro, algunos bajaron a unos promontorios pequeños para tocar la rugosidad de la piedra de las intrincadas galerías y tener una vista distinta hacia las aberturas externas. El movimiento del agua y el color de las paredes de mármol dieron a la luz interior una coloración turquesa increíble que parecía teñirnos a nosotros también.
Mientras pasábamos de un recoveco a otro, algunos más anchos y otros más estrechos, nuestra emoción fue enorme. Al ingresar a la Catedral, la temperatura pareció descender bruscamente pero a nadie le importó demasiado.
Tuvimos suerte al hacer el paseo un día de buen sol y poco viento. Cuando se dan esas condiciones, hasta los kayaks pueden llegar a las formaciones rocosas, siempre en horas diurnas. Existe otro punto de salida unos kilómetros más adelante, pero Bahía Mansa es el más cercano. Despedimos estas obras arquitectónicas naturales con el convencimiento de haber visto algo irrepetible.
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