Paseos y excursiones:
Acceso a cuevas volcánicas del Villarrica
Una fumarola tenue se eleva desde la cumbre del Villarrica. Bajo su cono nevado, guarda cuevas volcánicas que narran la fuerza de antiguas erupciones y nos invitan a descubrir su historia desde adentro.
Recortado en el horizonte entre Villarrica y Pucón, el volcán Villarrica forma parte de la vida de estas poblaciones acostumbradas a su continuo humear que, de noche, colorea de tono rojizo el cielo. Parece sorprendente que exista la posibilidad de ingresar a sus cavernas tapizadas de lava de erupciones del pasado. La excursión a las Cuevas Volcánicas del Villarrica se realiza normalmente aunque es importante saber que, por seguridad, puede suspenderse de manera temporal si el volcán presenta erupciones o mayor actividad.
Junto con los guías de la agencia de turismo viajamos hasta el faldeo de dicha estructura geológica y, en la llamada Casa de los Volcanes, nos adelantaron información acerca de lo que veríamos en instantes. Nos internaríamos en planos profundos de la montaña; las distintas emisiones antiguas de materias sólidas, líquidas y gaseosas dejaron su impronta al formar increíbles galerías interiores. El parque se encuentra abierto todos los días, en cierta franja horaria que varía según la temporada, y para ingresar es necesario contratar una visita guiada. El acceso no es por transporte público, sino en vehículo propio o con tour contratado, además de que en algunos tramos se puede llegar a requerir un auto 4x4 o con mayor despeje.
Con casco en la cabeza y linterna en mano, nos internamos en planos profundos de la montaña. En lengua mapudungun, el volcán se conoce como Rukapillán o "casa de diablo". De a uno, ingresamos y fuimos descendiendo lentamente, atentos al terreno irregular y a las puntas filosas de piedra. Algunas escaleras instaladas en ciertos puntos estratégicos nos ayudaron a salvar las diferencias de altura.
El guía reunió a todo el grupo en un punto del trayecto para decirnos: “Aún quedan vestigios de la erupción que este volcán hizo en el año 1971. Un torrente de lava de diez metros de grosor y 200 metros de ancho bajó desde el cráter hacia el lago Calafquén y arrasó a su paso con las poblaciones rurales”.
Descubrimos así cómo se instalaron en el ecosistema subterráneo las masas de lava solidificada provenientes de esos movimientos del magma. Habíamos bajado a 45 metros bajo tierra y sentimos algo extraño ante la realidad que vivíamos: estábamos dentro de un volcán que mostró su furia en el pasado y aún está vivo.
En un momento, el guía nos pidió apagar las linternas. Permanecimos unos minutos en silencio absoluto, rodeados de una oscuridad tan profunda que ni siquiera podíamos vernos entre nosotros. Fue una experiencia corta pero intensa, que se grabó en nuestra memoria como la última etapa del paseo, en donde en seguida, salimos a la luz natural para pisar otra vez el mundo exterior. El recorrido completo, que combina sendero natural, pasarelas y hasta un puente colgante, demanda alrededor de una hora de caminata en total.
Al salir, nos quedó la certeza de lo pequeño que es el ser humano frente a la fuerza de la naturaleza. Supimos además que en la zona funciona una central de monitoreo que, de manera constante, examina los acontecimientos del Villarrica, algo esencial para la seguridad de quienes lo visitan. Las Cuevas Volcánicas son, en definitiva, una experiencia sorprendente: contacto directo con la historia viva del volcán, que permite contemplarlo desde una perspectiva única.
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